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¿Qué puedo hacer cuando siento que no puedo más?

Ainhoa Mendoza
Ainhoa Mendoza
2025-08-01 14:59:53
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Respira profundamente. La respiración consciente es una estrategia simple, rápida y efectiva. Así como es cierto que emociones como la ira y la ansiedad modifican la respiración, reduciendo el suministro de oxígeno a nuestro organismo, también es cierto lo contrario: regulando el ritmo y la profundidad de la respiración, podemos encontrar calma y equilibrio. Nuestra mente es rumiante y distraída: pasa el 47% del tiempo pensando en lo que no está sucediendo, con un enorme gasto de energía. Según estudios realizados en Harvard, sabemos que dos comportamientos nos ayudan a ‘desinflamar’ el cerebro: dormir bien y respirar de manera efectiva. Debemos recordar que en la mayoría de los casos podemos prevenir el estrés: primero debemos aprender a delegar en las personas en las que confiamos y luego, este es un poco mi mantra, reservarnos un espacio todos los días para dejar salir nuestro lado más infantil. La pasión y el juego nos ayudan mucho a superar los momentos más difíciles. La mejor terapia puede ser algo sumamente simple, como escuchar música, ver la televisión o dormir. También es esencial aprender a escucharnos a nosotros mismos y a ser cada vez más conscientes de nuestras propias formas personales de recargarnos, sin perderse demasiado siguiendo los métodos más de moda en el momento. No hay soluciones universales. Aprender a estar inactivos y autorizarnos a estar también en los tiempos ‘vacíos’ es una práctica que se vuelve muy desafiante en una sociedad tan orientada hacia el rendimiento como la nuestra. Pero gestionar el estrés significa sobre todo encontrar nuestra propia forma personal de recargarnos, más allá de las imposiciones y expectativas sociales. En la vida a menudo vivimos momentos de intenso estrés, presión y llegamos a sentirnos indefensos. Justo en estos momentos es fundamental cultivar la autocompasión y tratarnos con amabilidad. ¡No finjas que no pasa nada! Tómalo con calma y paso a paso podrás volver al foco. Cuando no puedas hacerlo, detente, respira, reconoce lo que estás sintiendo y simplifica la acción. ¡Más vale hacerlo poco que no hacerlo! Y si necesitas un descanso, cambia de actividad: a veces la solución a un problema llega cuando nos ocupamos de otra cosa.